Procrastinar implica aplazar tareas para otro momento de forma frecuente.
Si bien es cierto que en ocasiones el ritmo frenético del día a día no nos permite llegar a todo en ocasiones, la procrastinación de manera intencionada nos acaba produciendo mayor sensación de estrés, pues aunque no nos enfrentemos en el momento a esas tareas acaban quedándose como tareas pendientes a las que tarde o temprano tenemos que enfrentarnos.
La palabreja se las trae ya en sí misma. Lo que conlleva también.
Dar mil vueltas antes de tomar una decisión, dejar continuamente algo que no queremos hacer para más tarde… En el momento puede calmarnos, pero después… El tiempo apremia y tenemos que enfrentarnos igual, posiblemente con más prisa, nervios y las mismas ganas. Cuando esto se convierte en una dinámica puede ser verdaderamente agotador.
Hacer un planning con fechas límite o establecer nuestros ratos de obligaciones y nuestros tiempos de ocio y respetarlos son algunas de las estrategias que pueden ayudarnos.
Y tú, ¿qué haces para vencer a la procrastinación?